Me senté a escucharla…
Sabe que a pesar del tiempo y de los cambios que hubo en su vida hay algo que permanece, parte de su esencia… la forma obstinada que tiene de darle una respuesta a cada una de sus preguntas, y cuando eso no pasa, todo ese cuestionamiento se resume en confusión.
Insistía en que a su lado el camino no pinta ni blanco ni negro, en que odia saltar entre lo que parece seguro y retroceder hacia lo que no.
“Era divertido hace unos años…en este punto NO, esa sensación de un tibio gris me mata!”.
“No quiero ser el relleno de las horas de nadie, no quiero sentir que jamás seré prioridad”.
Odio el guion repetitivo de “no puede tiene algo más que hacer” (en casi toda oportunidad).
Lo observo y es inevitable llegar a pensar que NADA LO PUEDE LLENAR…
Cuánto tomará conseguir un abrazo que me haga sentir que no me puede soltar, ser parte de sus planes, que alguna vez prefiera mis sonrisas, que sea parte de mi locura.
Está a mi lado, pero no conoce lo que me perturba, lo que me lastima, lo que afronto día a día, no me conoce. Su vida “práctica” a veces lo hace molestosamente insensible. Cuánto tomará poder contarle con franqueza tantas cosas y sentir que hace un esfuerzo por entenderlo.
Está bien, entiendo que mi emblema es “ser fuerte” pero a veces solo deseo que me lleve un tanto de la mano.
Prosiguió el silencio, había desdoblado parte de ella, se quedó callada, con la mirada fija en lo que para mí era un punto en blanco.
Suspiró, sonrió y retomó su camino…